Si una sociedad basada en el mito de la productividad solo tiene necesidad de hombres mutilados –fieles ejecutores, diligentes re- productores, dóciles instrumentos sin voluntad– quiere decir que está mal hecha. Para cambiarla son necesarios hombres creativos, que sepan usar su imaginación.
Gianni Rodari, 1979 1
Cada 6 de julio nuestro país celebra el Día del Maestro/a en reconocimiento a la importante labor que realiza cada profesora y profesor en el ámbito educativo. Si bien la primera “Escuela normal de varones” se funda en el año 1822, es a partir del gobierno de Manuel Odría, en 1953, en el que se comenzó a reconocer la labor de la profesora y profesor peruanos. A medida que escribo estas líneas la palabra maestro retumba en mis oídos y desde ese eco emerge una pregunta casi silenciosa… ¿Qué significa ser maestro, maestra, o maestre?
Estas preguntas me invitan a viajar al pasado, a nuestras raíces, y es ahí donde me encuentro con la palabra Amauta (una que en aymara comprende dos palabras: ama y uta, así definida como ‘casa del saber’; y en quechua: hamawt’a que significa ‘maestro o sabio’). Que la palabra pueda contener esas dos acepciones me llevan a pensar en la educación como un espacio vivo donde se comparte, desde las experiencias, aquellos conocimientos relacionados a las ciencias, la Tierra y el universo. Esta conjunción de saberes me hace ver a la enseñanza desde un enfoque más holístico y desde ahí identificarme más como amauta que maestra. Pero no una amauta del pasado, sino más bien una amauta de estos tiempos, donde justamente estamos ad portas de cumplir doscientos años como República. Y este bicentenario lo recibimos, en medio de una pandemia, con varios desafíos en el ámbito de la educación.
Es por ello que me gustaría invitarnos a que paremos todo por un momento, que pongamos nuestras manos en el pecho, a la altura del corazón y pensemos juntes… ¿Qué hemos descubierto durante este tiempo sobre lo que significa ser maestre? ¿Qué sorpresas nos han traído estos tiempos sobre los procesos de aprendizaje? ¿Qué caminos ha emprendido la enseñanza en nuestro país, en este último tiempo?
Cuando pienso en estas preguntas, la data me muestra una realidad literal innegable:
“Según la Convención sobre los Derechos del Niño, cada niña, niño y adolescente tiene derecho a recibir educación y el Estado debe asegurar las condiciones de accesibilidad en condiciones de igualdad de oportunidades. A partir de la declaratoria de la emergencia sanitaria por COVID-19 y el cierre físico de las escuelas, la educación de niños, niñas y adolescentes no es la misma. Su proceso educativo fue interrumpido y la educación a distancia no ha logrado garantizar aprendizajes sustantivos. Como muestra de ello, según Estudio Global “Protegiendo una Generación” de Save the Children, en Perú, más de dos tercios de los niños/as entrevistados (69%) consideran que aprenden menos desde el inicio de la pandemia. Un porcentaje similar de adultos (83.3%) coinciden con dicha situación. Asimismo, 1 de cada 4 padres y madres de familia afirman no creer o no estar seguros de si sus hijos/as regresarán a la escuela”. 2 (Save the Children, 2021)
La educación en nuestro país ya venía enfrentando varias batallas antes de la pandemia, como la lucha por la incorporación del enfoque de género en la currícula nacional de educación que se logró, pero que sigue estando en una cuerda floja. Si pensamos en el sistema, podemos ver que aún está enfocado en los resultados y no da lugar al cuidado del proceso de aprendizaje. Ello termina afectando el proceso de enseñanza ya que la mayoría de las maestras y maestros tienen pocas posibilidades de implementar nuevas ideas, viven en una situación precaria debido a los salarios que reciben y casi siempre están abrumados por la cantidad de documentación que acaba consumiéndolos día a día. Así, su vitalidad y capacidad creativa se adormecen y afecta a los vínculos que establecen con sus estudiantes.
A pesar de todo ello, la amauta/maestre no se rinde y en medio de todas esas restricciones re-imagina su labor en medio de una nueva realidad virtual y contexto pandémico que no deja de dar tregua. Como nunca, se ha tenido que valer de su creatividad y sus recursos para llegar al corazón de cada estudiante; así como transformar sus espacios personales en escenarios lúdicos de aprendizaje.
Cuando pienso en ello lo primero que aparece en mi imaginación es la imagen de un letrero muy grande, luminoso y colorido que dice: enseñar es un arte. Quizás puede sonar a cliché o ya lo hayan escuchado. Definitivamente, no es muy original. ¡Pero justamente es ahí donde me detengo porque pensar sobre esto último significaría que esconda el letrero al fondo del armario! Ignorar mi imagen o, peor aún, juzgarla, puede privarme de compartir un conocimiento desde mi saber y experiencia. Creo que la labor de la educación en estos tiempos ha consistido justamente en ello: en crear colectivamente desde nuestras distintas perspectivas e imágenes recibiéndolas tal y como llegan, permitiéndonos dialogar con ellas para descubrir nuevas formas de ser y hacer.
Más que nunca la amauta/maestre se ha tenido que valer de la imaginación y el juego para desempeñarse en su labor. Entonces, si la enseñanza es un arte, quienes nos dedicamos a trabajar en el campo de la educación también podríamos ser considerados como artistas del conocimiento, esencias e identidades desde donde vamos descubriendo nuevas formas de pensarnos y sentirnos como humanidad a través del intercambio de saberes. Un intercambio que abre paso a la recreación de otros mundos posibles, con una mirada sensible puesta en los recursos y la construcción de vínculos auténticos que puedan invitarnos a ampliar nuestras perspectivas a diversas formas de aprendizaje. Finalmente, porque enseñar es aprender… Y en estos últimos años les amautas/maestres hemos tenido que aprender a bailar en medio de la ola. Como señalan Elisabeth Hösli y Peter Wanzenried en su artículo Education on the edge: acts of balance:
“La educación al límite necesita profesores que sean buenos bailarines con una alta conciencia del
equilibrio:
El equilibrio entre
las necesidades del momento y los objetivos que tienen que alcanzar
en toda su educación
El equilibrio entre
ir muy cerca y mantenerse a una distancia clara
de todas estas almas sedientas
El equilibrio entre
las muchas realidades desde diferentes enfoques
que crean todos estos individuos
El equilibrio entre
el caos y el orden que se da
en todas estas obras que pueden llegar
Bailemos
perdiendo y encontrando el equilibrio
una y otra vez”.
[Traducción propia] 3
¡Sigamos bailando juntes en el universo educativo!
1 La cita de Gianni Rodari aparece en: Ivaldi, E. (2014). Educación, arte y creatividad en las infancias del siglo XXI, (p. 11). En: Arte, educación y primera infancia: sentidos y experiencias. Madrid, España: OEI
2 Save the Children (2021). Inicio del año escolar 2021: desafíos y propuestas para garantizar el derecho a la educación. Blog virtual. Fecha de publicación: 15 de marzo. https://www.savethechildren.org.pe/noticias/inicio-del-ano-escolar-2021-desafios-y-propuestas-para-garantizar-el-derecho-a-la-educacion/
3 Levine, E. G.; Levine, S. K. (2017). Education on the Edge. Acts of Balance. En: New developments in Expressive Arts Therapy. The play of Poiesis; pp. 192-193. Londres, UK: Jessica Kingsley Publishers.