La Terapia de Artes Expresivas (TAE) probablemente es más conocida por su trabajo terapéutico a nivel individual o con pequeños grupos, sean grupos terapéuticos o talleres. La TAE, sin embargo, ha estado cada vez más presente en el ámbito comunitario.
La imaginación, como esencia del trabajo de la Terapia de Artes Expresivas, permite que los seres humanos nos pongamos en contacto con nuestra capacidad creadora y de transformación. Esta cualidad la hace particularmente relevante en el ámbito social al favorecer a que las personas volvamos a conectarnos con nuestras propias capacidades para actuar y responder, o re-hacer, el mundo en el que vivimos.
Esto es realmente importante en el trabajo con comunidades. Por ello, se hace necesario reconocer algunos de nuestros supuestos en relación a dicho trabajo. Por ejemplo, qué es lo que entendemos por cambio social, por aquello que favorece el bienestar y la salud, lo que es bello, la manera en que se entreteje la cultura, entre otras cosas. No hacerlo implica que podamos perpetuar el orden social en base a nuestros propios valores y presupuestos culturales. Es necesario que podamos revisar lo que para nosotros implica el bienestar y la salud.
¿El bienestar está asociado a suplir las necesidades que nosotros consideramos como
básicas? ¿Está asociado a la ausencia de conflicto? ¿La salud implica para nosotros
no estar enfermos? ¿La enfermedad es algo que debemos combatir o puede ser
nuestra aliada?
En este trabajo no podemos asumir que las comunidades comulgan con nuestros presupuestos, ideas y posibles “verdades”.
Por otro lado, podemos reconocer que muchas veces somos vistos como los expertos que llevamos soluciones a la comunidad. Y dentro de esa perspectiva podemos desarrollar programas y actividades que suponemos necesarias para el grupo humano con el que trabajamos sin antes identificar, junto con la comunidad, cuáles son las necesidades que se tienen y cuáles son los recursos con los que cuentan para
satisfacerlas. Es más, dentro de esta óptica podemos incluso considerar que vamos a solucionar dichas dificultades. Esto es diferente a considerar que nuestra ayuda permitirá identificar algunas vías para fortalecer aquello que la propia comunidad considere se encuentra frágil sin que esto signifique una solución o un punto final a las dificultades que se hayan encontrado.
Las artes tienen la posibilidad de favorecer un Encuentro. Un encuentro con E mayúscula, donde tanto nosotros, terapeutas de arte, como la comunidad traemos nuestra experiencia y conocimiento para juntos hacer algo que permita atender las dificultades existentes. Cada quien con su propia estética, con su propia vivencia de lo bello. Cada quien con su manera de afrontar y de entender la vida, con su propia manera de acercase a la salud, la paz, el conflicto, la enfermedad, entre muchos otros temas.
El trabajo con comunidades, desde la perspectiva de la Terapia de Artes Expresivas, requiere que se mantenga una mirada particularmente abierta a las capacidades y recursos de las personas que forman parte de una comunidad o grupo social así como del mismo grupo como conjunto. El resultado podrá ser que la comunidad recupere la capacidad de responder al mundo, que identifique y reconozca sus propios recursos y pueda verse a sí misma con la capacidad suficiente de re hacer y transformar las condiciones de vida en las que se encuentra.
El rol del terapeuta de artes expresivas será entonces el de conocer a la comunidad con la que va a trabajar. Algunas personas sugieren tener diferentes miradas de la comunidad en relación a la salud (lo normal, lo patológico, las formas de curación, etc.), las artes (las diversas estéticas, el rol de las artes en la comunidad, las celebraciones, las fiestas, la forma en que se enseñan, etc.), la niñez (la crianza, el trato, la educación, la familia, etc.), la espiritualidad (el rol de lo religioso, lo sagrado, los rituales, etc.), entre otros. 1
No se trata, así, que nosotros impongamos una manera de crear, sino de invitar a las personas a imaginar diferentes maneras de hacer arte y llevarlas a cabo. Todo esto implica no ir con un programa previamente armado. Si vamos con ideas preconcebidas o con un plan organizado de antemano, lo que vamos a terminar haciendo es imponer una forma de hacer las cosas en base a lo que suponemos es bueno para las personas con las que vamos a trabajar. Se trata, como dijimos anteriormente de un encuentro, donde las artes ayudarán a que éste se genere y se sostenga.
Nuestra propuesta debe ser entendida como una invitación a crear, donde lo que vaya a surgir es desconocido. Esto implica ir abiertos, sin aferrarse a nada, sin presupuestos. Estar abiertos a la sorpresa, a permitirnos estar en caos para posibilitar la llegada de un orden cuando este deba llegar, sin anticiparnos a su llegada, abiertos a la sorpresa.
Esta disposición se encuentra dentro de lo que Paolo Knill, creador de la Terapia de Artes Expresivas, llama responsabilidad estética. Esta responsabilidad está basada en el profundo involucramiento con lo que puede emerger del proceso creativo. Es decir, ser artistas. Con la sensibilidad despierta y el amor entregado hacia la creación. Es así que con la sensibilidad y el amor hacia lo que se está creando podremos permitir que las artes se manifiesten en su verdadera esencia, sin ideas preconcebidas, no partiendo desde la idea sino desde el hacer.
Nuestro rol implica ingresar a un escenario donde nada está dicho, donde somos incapaces de predecir y controlar lo que vaya a suceder. Dejar de lado nuestro deseo omnipotente de controlar el resultado de las cosas. Esto es “hacer sin hacer”, es estar en diálogo abierto y sincero con las imágenes que vayan surgiendo y atendiéndolas sin dirigirlas rápido y a destiempo hacia lo que uno cree ya posee significado. Es dejar que las imágenes guíen nuestro hacer arte y es saber despedirse de la imagen cuando ésta ha sido alcanzada. Es tener fe en que una sorpresa pueda llegar sin que haya sido imaginada por nadie, ni por nosotros mismos.
Esta manera de crear en el trabajo comunitario va a permitir que las personas, tanto por la experiencia vivida como por la reflexión que de ésta se derive, se puedan reconectar con los recursos que cuentan para atender y enfrentarse a sus dificultades.
La experiencia artística habrá permitido que se tenga consciencia de algunas posibilidades antes inexploradas y que ahora están a su disposición para trascender sus limitaciones o dificultades.
1 Es claro, por otro lado, que estos mismos aspectos nos pueden permitir enriquecer la mirada que tenemos de
nosotros mismos dentro de nuestra propia comunidad.