Imagen: Melissa Valdivia, Crisia Málaga, Andrea Alva y Gabriel Herrera.
¿Somos libres?
El bicentenario de nuestra independencia nos invita a reflexionar sobre aquellos acontecimientos complejos ocurridos antes de dicha declaración. Para ello, es necesaria una mirada sensible y crítica que cuestione algunos de los sucesos alrededor de esa época: solo una reflexión que recoja el espíritu de las preguntas y de las imágenes como contenedoras permitirá ver más allá de la angustia o la frustración por lo desgarradora que resulta ser la historia. Ellas, las preguntas y las imágenes, pueden ser a la vez un llamado a la comprensión, a la fortaleza, a la ternura y a la vitalidad, ya que pensar el bicentenario hoy, en tiempos oscuros y de crisis –ecológica, sanitaria, política, social y económica, etc.– se instala como una necesidad urgente. Solo esta reflexión nos permitirá sostenernos para hallar el impulso que nos ayude a continuar en medio de tanta adversidad y encontrar la esperanza para sembrar nuevas semillas en el imaginario social.
Según Sosa Arohuanca (2017), docente principal de la Universidad de Juliaca, la independencia del Perú es aún un proceso abierto. Por eso, el 28 de julio, la historia se abrió para re-imaginarla. Estas fechas son también un pasaje de inicio para llevar a la acción una reivindicación en la que cada pueblo diluya las murallas represivas de la historia oficial, que cada grupo social rompa con el silencio impuesto, pueda contar parte de su historia y contribuir con su verdad sobre como vivió-vive el proceso de independencia. Así, este investigador reflexiona sobre la causa por la que se produce la independencia: ¿Conquista o invasión Española? –como titula su artículo– y, a partir de una profunda investigación en la que recoge voces de distintas regiones, como Arequipa, Cusco y Juliaca, concluye que fueron quinientos años de sometimiento, sufrimiento y genocidio. Además, fue una invasión que trajo un arma mortal bacteriológica (viruela, peste negra, tuberculosis y otras bacterias) equivalente a una pandemia.
En este Bicentenario, quienes estuvieron al margen de la historia oficial, invisibilizadas e invisibilizados en la creación de la República, reaparecen. Sus figuras retornan. Quienes estuvieron doscientos años en el lado oculto de la historia, a pesar de que fueron claves para abrir este proceso, hablan. Acaba el silencio, las ausencias toman presencia: mujeres, heroínas, comunidades indígenas y afrodescendientes.
Me detengo un momento, porque resuena en mí la pregunta “¿somos libres?”. Urge mirarnos desde el territorio, ver al país como la patria y ver a la tierra como la matria. Esta última, la pachamama, lleva años siendo vulnerada, saqueada, golpeada. ¿Se puede acaso trabajar con la materia histórica y recrearla? Una de tantas deudas que tiene la República con las y los desaparecidos –aunque protagonistas de esta historia– es respondida desde el arte. Las ausencias son puestas en imágenes y, desde allí, se construyen nuevos discursos y sentidos, como lo hace el grupo cultural Yuyachkani, para quienes la visión de la historia y del ejercicio del arte son inseparables de los fenómenos sociales de su tiempo. En Discurso de promoción, uno de sus últimos montajes, se aborda el tema de la independencia y los doscientos años del Perú para cuestionarlo y transformarlo. Otro ejemplo de ello es la exposición fotográfica Las patriotas de Pilar Pedraza y Karen Bernedo.
El arte sigue interrogando a la historia, sigue recordando, atendiendo los vacíos y deshaciendo la herencia colonial que perdura hasta la fecha, pues para una gran parte de peruanas y peruanos hablar del bicentenario de la libertad no significa mucho. Acudir a la memoria es un derecho, una acción política trascendental para entender las relaciones con el presente. La memoria no tiene que ver solo con el pasado, tiene que ver con lo pendiente, con una forma ética de relacionarnos con las cosas y los hechos, sobre todo en nuestro país tan reincidente en sucesos de violencia y corrupción. La memoria tiene que ver con el presente. La historia es viviente, son los documentos, pero también las personas. Los cuerpos son archivos vivos. Todas y todos estamos sumergidos en la historia. La memoria se vuelve, pues, un espacio de reflexión, de sensibilidad y, sobre todo, de posibilidad para atravesar traumas sociales y, quizá, superarlos.
En este año del bicentenario, es clave recordar que se puede desear lo imposible: los zorros hablan y, aunque provengan de diferentes latitudes, pueden dialogar. La memoria nos recuerda la obra póstuma de Arguedas: El Zorro de arriba y el Zorro de abajo. En ella, los zorros, figuras míticas que transforman la realidad con su magia, provocan el encuentro entre el mundo de los andes y el de la costa —la gran metáfora del proyecto cultural de Arguedas—. Su propuesta fue una apuesta por hallar posibilidades de encuentro entre peruanas y peruanos, el encuentro no la dominación, superar las divisiones mediante acuerdos comunes, reconocer a nuestro país como un país de Todas las sangres. Según Calderón (2014: 182), Arguedas es un terapeuta de artes expresivas, ya que “Nos invita a imaginar nuevas formas de relacionarnos entre peruanos, en un espacio y un tiempo diferentes, el espacio de la imaginación”. Su postura era la de ser puente entre posiciones opuestas para, a partir de ahí, crear nuevos relatos, generar el diálogo fértil y facilitar el entendimiento entre múltiples voces. En resumen, para Arguedas era relevante actualizar y recrear el imaginario cultural según las transformaciones que se iban produciendo en el entorno social; él encarnó su propia propuesta al transitar por diferentes modos de saber y de aprender.
En el Perú de múltiples rostros, ¿podemos hablar de una identidad nacional? Quizá hacia ello se orienta nuestro deseo imposible que no supone la búsqueda de una identidad que obedezca a uniformizar lo plural. Más bien, buscamos una identidad que sea capaz de encontrar causas comunes en la diversidad, es decir, reunir los intereses varios, las ideas, que lo singular y lo plural encuentren acogida y reconocimiento en un proyecto común, colectivo, que nos permita tejer una nueva trama social. En nuestro país de Todas las sangres, los vínculos que constituyen esa identidad común deben ser visibilizados, porque una identidad se conoce y se entiende en relación a otra persona y su diferencia. En ese sentido, los acuerdos, los medios y proyectos en común que vinculan a las diversas identidades tienen la responsabilidad de ser interculturales y plurales. Solo así se podrá identificar y deshacer patrones de dominación social que, como señala Vich (2014: 48), “continúan marginalizando muchos saberes que todavía no han sido reconocidos como legítimos”. Y es que hasta el día de hoy, doscientos años después, se siguen reproduciendo marcos jerárquicos racistas: un zorro se impone sobre otro zorro.
Hemos conmemorado el Bicentenario con 195,973 personas fallecidas (LR Data, 2021). Se sienten las fracturas y el dolor. El desafío sigue y la emergencia sigue. Seguimos atravesándola, haciéndonos cargo de los fragmentos: tejiendo(nos) artesanalmente, pintando(nos) los caminos y puentes, dibujando(nos) nuevos trayectos, avivando(nos) el ánimo con música. Reconocemos que no hay cambio social sin un cambio íntimo. El desafío es enorme y, más allá de cualquier convicción política, es innegable el poder simbólico que tiene ver a una persona distinta a lo habitual del entorno político peruano dirigiendo el país, con pretensiones de moderar sus discursos para hacer cambios, y resignificar algunos elementos históricos y sus configuraciones. Sin embargo, las circunstancias en las que nos encontramos —con todas las crisis encima— demandan de una mayor responsabilidad por parte de la clase política. Así, tanto autoridades como aquellas y aquellos que se encuentren alrededor del mandatario deben alinearse a decisiones que respondan a un proyecto de país y no a un proyecto de partido.
Toca reconstruir el Perú, reconstruir los vínculos en nuestro país y, para ello, necesitamos de una sensibilidad analítica, de una afirmación cuestionadora que vincule la memoria con el presente, que conecte la capacidad de imaginar otros mundos posibles con la capacidad y voluntad de construirlos. Esta vasta tarea necesita de todos nuestros sentidos articulados, como de todas y todos los peruanos. Hagamos que los zorros hablen —que dancen— y, quizá, se tornen hermanas y hermanos.
Referencias
Calderon, J (2014) Tinkuy. Tesis doctoral. European Graduate School
LR Data. (2021, 28 de julio). Coronavirus en Perú: así evoluciona la pandemia en el país
https://data.larepublica.pe/envivo-casos-confirmados-muertes-coronavirus-peru/
Sosa Arohuanca, J. (2017) ¿Conquista o invasión española? Revista Científica Investigación Andina, 17(2). Disponible en: https://revistas.uancv.edu.pe/index.php/RCIA/article/view/552
Vich, V. (2014). Desculturizar la cultura: La gestión cultural como forma de acción política. Siglo Veintiuno Editores.