Ayer 20 de marzo fue el equinoccio de otoño. Y hoy 21 de marzo es el día internacional de los Bosques, declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Tiempo de tomar aún mayor conciencia de la Naturaleza, de la Madre Tierra y de la prioridad que necesitan los bosques para la vida en el planeta.
El arte y la naturaleza están cada vez más conectados. Imágenes de raíces, de mujeres árbol, de los sistemas nervioso y sanguíneo evidenciando el mismo patrón de líneas y circuitos, no son casualidad. Compartimos cualidades. Así como la biología demuestra semejanzas entre las formas y funciones del cuerpo humano y las de los árboles, estudios también indican que existe solidaridad entre los árboles cuando entre ellos, a través de sus raíces, transfieren nutrientes a los que se han enfermado[1]. Hoy no importa si esta visión es científica, mística o metafórica. Nos hace bien aprender de esta imagen y cuidar de las plantas como cuando nuestras abuelitas nos aconsejaban hablarles porque así crecían mejor… y ocurría.
Equinoccio de otoño es tiempo de transición, donde las cosas dejan de ser lo que eran y todavía no son como serán[2]. Tiempo de incertidumbre que asusta y nos quita la ilusión de la certeza de que las cosas serán como las imaginamos. Tiempo de humildad, de tomar conciencia de que somos parte de algo más grande. Los árboles no nos necesitan, pero nosotros sí los necesitamos a ellos[3]. ¿Cuánto nos puede asustar esto? ¿Cuánto hemos pretendido negarlo? ¿Cuán indefensos podemos sentirnos al aceptar nuestra pequeñez mientras atravesamos ahora por una pandemia que ha vulnerado la fantasía de que dominábamos el mundo? Tiempo de paciencia. Tremendo arte. Tiempo de hibernación, de nuevos modos de conexión con uno mismo y con los demás. Tiempo de regar y cultivar. Observar, esperar, confiar. Aunque no veamos las semillas bajo la tierra, están echando raíz y crecerán creando bosques inmensos. Bosques de bienestar que nos oxigenen el alma.
Hoy en día la vulnerabilidad se percibe como fragilidad, la pausa como parálisis, la incertidumbre como destino cruel. Un diminuto virus nos convierte en seres peligrosos, unos con otros. Descubrimos que somos contagiosos, asustándonos de los demás y de nosotros mismos. Contagiamos exponencialmente. Las cifras nos lo muestran: lo que comenzó con unos cuantos desencadenó en la muerte de cientos de miles. Sin embargo, nos cuesta ver el panorama completo: aunque 5% de la población no cumplió las reglas, hubo 95% que sí. Aunque miles murieron, millones sanaron. Lo que no muestran las cifras con suficiente justicia y lucidez es cuán contagiosos somos también para esparcir salud y bienestar: solidaridad, esperanza, humor, amor, fe, nuevos descubrimientos, alimentación saludable, información sobre autocuidado, sesiones grupales de deporte, baile o de apoyo emocional, paciencia, comprensión y generosidad. Semillas que difuminamos día a día y que se cultivan desde siempre con el instinto de vida que sigue circulando entre todos.
Somos parte de las células del planeta[4]. Podemos ser células tóxicas o células saludables. En la medida en que criemos árboles fuertes y sanos (no solo literalmente sino también en nuestros cuerpos, mentes y espíritus), en que fortalezcamos vínculos saludables y en que emanemos acciones constructivas, haremos del planeta un ser sano, con pulmones poderosos capaces de contenernos a todos.
Sentir, pensar, decir, actuar. Sembrar, cultivar, cosechar. Así es la secuencia saludable. No nos quedemos en ideas brillantes, remanguémonos y plantemos árboles. La humanidad y el planeta necesitan arte vivo, belleza natural. Desde la humildad y el anonimato, renovemos los pulmones de nuestro planeta que nos nutre e inspira, sumemos a la coreografía del milagro de la vida, soltemos la omnipotencia y sembremos humildemente prometedoras semillas. ¡Seamos contagiosos! Artistas de vida. Necesitamos miles de líderes constructivos y motivadores, millones de ciudadanos del mundo dejando de contaminar, billones de personas sembrando bienestar colectivo, belleza y árboles que desintoxiquen y oxigenen generosamente nuestro hogar planeta y nuestras vidas.
Natalia Parodi.
[1] https://www.elpais.com.uy/vida-actual/revelador-descubrimiento-arboles-comunican-ayudan-alertan-peligros.html
[2] Carrión, Flavia. En: https://www.clarin.com/astrologia/equinoccio-otono-2021-ritual-expansion-recibir-buenas-energias_0_92Aps3fkF.html
[3] García, Ildefonso. En: http://www.fundacionananta.org/web/index.php/escritos/36-escritos-por-un-mundo-mejor/2220-los-arboles-son-nuestros-hermanos-ildefondo-garcia
[4] Fullita, Sachiko. Comentario hecho en el taller Danzando la tierra (enero 2021).